Epilogo
Sentirse a salvo, confortable, en casa, feliz, en paz, son los deseos que subyacen en las diferentes formas de buscar ese lugar en la vida que nos ayude a aceptar la idea de la muerte, con menos dolor, con menos miedo, a todos nosotros, mortales conscientes de serlo.
Mi oficio de psicóloga clínica, que ejerzo en diferentes partes del mundo desde hace más de 40 años, con personas de diferentes edades, géneros, orígenes, religiones, nacionalidades, condiciones económicas, laborales, culturales, familiares, me obligo a reconocer que la idea de felicidad no es la misma para todos. También en me hizo entender que muchos de los conflictos que se producen cuando tratamos de que los otros se instalen en el lugar en que nosotros creemos que es el mejor, el verdadero.
Sin siquiera darnos cuenta, cada uno de nosotros se convence de que su propia idea de salvación es la única posible, cuando en verdad fue elegida entre muchas, algunas de ellas opuestas entre si, que se ofrecen como disponibles. Para algunos, la felicidad consiste en sentirse rodeados de personas que ofrecen un amor incondicional y prometen protegerlos contra todo peligro externo, contra toda diferencia. Para otros, la felicidad se encuentra en la poderosa muralla del dinero que promete completa libertad de movimiento. Otros, en fin, sienten que la felicidad se encuentra en un mundo que queda del mundanal ruido.
Los lugares considerados más deseables difieren de la época en época, de sociedad en sociedad, de grupo en grupo, de persona en persona.
En los últimos diez años, confrontada con la sensación de que" nunca nada es suficiente" que me transmiten la mayoría de las personas que me abren su intimidad en Nueva York, ciudad en la que siempre existe alguien más rico, mas inteligente, mas lindo, más informado, mas amado, más poderoso, más a salvo, que uno, me encontré con que algunas de ellas no buscan la felicidad, sino la paz interior. Para esas personas, llegar, no es alcanzar un lugar codiciable sino encontrarse con ellas mismas.
Este libro está dedicado a los buscadores que no saben donde está localizada ni cuál es el camino para alcanzar la mejor salvación: solo confina en encontrar la propia en este mundo, si logran salir de la rueda del me gusta o no me gusta, del gané o perdí,. Con ellos aprendí que hablar con integridad de circunstancias seculares que nos presenta la vida nos ayuda a descubrir el sentido sagrado que queremos darle a la nuestra.
Como ellas, yo también busco la entrada a ese lugar que queda en un momento, el momento en el que todo parece detenerse y paradójicamente, también parece acelerarse; en ese lugar localizado en el tiempo donde siente que no es, siente que existe más que nunca, ese espacio y ese tiempo donde uno se sabes solo y en silencio y sin embargo, se siente rodeado de una inmensidad inconmensurable, mecido por un arpegio que resulta con el Todo.
Ese lugar que queda en el momento en que las relaciones de reciprocidad iluminan el sentido de ese particular intervalo de vida que habitamos, en ese tiempo y en ese espacio.
Agradezco a cada una de las personas que , en diferentes lugares y momentos de nuestras busquedas, compartieron conmigo el cosquilleo de angustia pero también de fascinacion que nos causan las preguntas cuyas respuestas son nada más, pero nada menos, que más preguntas.
Susana Balán
He copiado este libro hoja a hoja con el único fin de que a uds., les sirva tanto como a mi para reflexionar, y para saber que no estamos solos ni abandonados en este camino .
Mónica García
